A hora y media de Hualien y las gargantas de Taroko, esta pequeña población ofrece la imagen de un típico pueblo taiwanés. Además de una de las mejores y más cómodas rutas en bicicleta de todo Taiwán, Yuli se rodea de gente amable y es la base perfecta para un bonito trail.  Si buscas desconectar, aunque sólo sea por 24 horas, ve a Yuli.

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QUIZÁ QUIERAS SABER

  • Esta pequeña población cuenta con poco más de 25.000 habitantes y el encanto de un pueblo auténticamente taiwanés.
  • Yuli es bordeado por una de las numerosas rutas ciclistas impulsadas por la administración del país.
  • Desde uno de los puentes que recorre el Yuli Bikeway, se puede apreciar el cruce de las placas tectónicas euroasiática y filipina.

DESCONEXIÓN EN YULI

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Aprovechando que teníamos que volver por Hualien tras la visita a Taroko para coger un tren, quisimos acercarnos y pasar un par de noches en este encantador pueblo del este de Taiwán.

Llegamos al centro de Yuli con hambre, así que decidimos comer algo mientras calculábamos nuestras opciones para llegar al alojamiento: 1 hora a pie o 10 minutos en taxi. Este desfase en tiempos se debe a que el río Hsiukuluan separa la zona urbana de la rural, donde teníamos la reserva.  Generalmente preferimos caminar, pero ese día nos dio especial pereza.

En Yuli fue probablemente donde más sentimos el Lost in Translation que mencionamos en otra entrada. Ya con el taxista estuvimos unos minutos traductor en mano para conseguir entendernos. Al llegar al alojamiento, un bed and breakfast realmente bonito, nos recibió una mujer muy amable, pero con la que no había posibilidad de comunicación alguna. Incluso utilizando el traductor. Nada. Por minutos pensamos que  no pasaríamos la noche allí, a pesar de haber reservado. Resultó ser la madre de la dueña -quien sí hablaba un inglés fluido- pasando el apuro de su vida porque su hija no contestaba al teléfono y la mujer no sabía ni qué hacer, ni dónde meternos.

Tras unos 20 minutos de incertidumbre, nos dieron la llave de la habitación con una de las vistas más hipnóticas que hemos tenido.

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Como en el hospedaje tenían bicicletas disponibles, aprovechamos lo que quedaba de día pedaleando por el Yuli Bikeway. Es una ruta kilométrica que conduce a las aguas termales de Antong y que discurre por el antiguo paso del tren. El paisaje no tiene pérdida: campos de arroz, plantaciones de nuez de betel y el límite entre las placas tectónicas euroasiática y filipina que puedes observar desde el puente que cruza el río.

La antigua vía ferroviaria ha quedado al servicio de las bicicletas: puedes descansar (y ponerte a cubierto si llueve) en las que en su momento fueron las estaciones y pedalear en paralelo a las vías en algunos tramos. Al igual que el resto del país, Yuli está sobradamente preparada para rutas ciclistas.

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Para el segundo día habíamos pensado ir a las cascadas de Nanan. Todavía a día de hoy sigo sorprendiéndome de nuestro empeño en ver cascadas y similares: pocas veces sale bien. O llegamos y están secas, o -lo que ocurre la gran mayoría de las veces- ni siquiera llegamos porque están infinitamente más lejos de lo que habíamos calculado o porque vamos en bici y pinchamos rueda. Y este fue el caso. Después de varios kilómetros bajo el sol castigador por un camino pedregoso, pinchazo en la rueda. Ese momento en el que te ves en mitad de la nada y empiezas a ser consciente de que va a tocar volver arrastrando la bici; ese momento.

Así que nada, a desandar lo andado camino al pueblo con la esperanza de poder reparar la avería a tiempo para poder volver.  Encontramos un pequeño taller regentado por un matrimonio mayor. El hombre, al ver la rueda, puso cara de esto va a llevar un rato. Mientras esperábamos en la calle, el sol castigador desapreció y empezó el diluvio universal. Nos invitaron a entrar y, sin darnos cuenta, ahí estábamos: viendo la novela con la mujer en un pequeño salón lleno de fotos y recuerdos familiares. La verdad es que la escena era entrañable.

Pensamos en un plan B para cuando dejase de llover: las hot springs de Antong. Pero no, no dejó de llover y la reparación del pinchazo se demoró bastante. Con esa sensación que va de la desesperación al vamos a reírnos para no llorar, cogimos las bicis y volvimos al Yuli Bikeway, esta vez hasta llegar a Fuli, a unos 10 kilómetros.

El tiempo y el percance con la bici no nos permitieron hacer mucho más en este pueblito encantador, pero si estás pensando en ir, que sepas que, además de lo que te hemos contado, puedes hacer el trail de Walami en una caminata de uno o dos días.

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DATOS PRÁCTICOS Y CONSEJOS

  • Lleva agua y comida suficiente si vas a hacer recorridos largos.
  • El tiempo se vuelve imprevisible, no te olvides el chubasquero.
  • Puedes consultar todas las rutas habilitadas para el ciclismo en Taiwán.